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“Su causa fue la seguridad”

La historia se repite… Ayer, un niño de 4 años pierde a su madre…, hoy, el hijo de ese niño pierde a su padre, y en medio de esa historia repetida, la entereza de una esposa y madre a pesar del dolor…, y el dolor de un padre convertido en dignidad, compungido, pero con la frente en alto para hablarle sin ambages al país.
 
¿Por qué esta tragedia se repite en una familia, como se repite, una y otra vez, la dolorosa historia de Colombia, acaso condenada por un dios perverso a cargar cuesta arriba la pesada roca de la violencia, sin alcanzar nunca la cima de la paz?
 
La historia se repite porque hoy, cuando es asesinado Miguel Uribe, como hace 34 años, cuando lo fue su madre, Diana Turbay, el enemigo es el mismo: el narcotráfico, lo que responde a la primera certeza de Miguel Uribe Londoño: “No tenemos duda de dónde viene la violencia”.
 
Sin embargo, en este país de paradojas, en la misa fúnebre estaba ausente, por arbitraria decisión de la justicia, el presidente que rescató del narcotráfico a un país al borde del abismo; pero estaba presente y glorificado por el mundo el que, buscando lograr a toda costa la paz que se firma en un papel, no la que siguen esperando los colombianos, le devolvió al narcoterrorismo un país que ya estaba a las puertas de la redención y de un mejor futuro.
 
Doloroso que así sea, pero en medio de la tristeza de la familia y del país, la despedida de Miguel Uribe fue un momento “político”. No podía ser de otra manera, y no es un irrespeto a su memoria o su familia, pues no dudo que Miguel habría querido que su muerte tuviera ese significado.
 
Y en ese entorno “político” se habló de paz, sempiterno anhelo de los colombianos, pero no de negociaciones, de perdón social, de justicias restaurativas o de “Paz total”. De lo que sí se habló fue de justicia, de lucha contra el crimen; se habló de… SEGURIDAD.
 
El expresidente Uribe, en su mensaje leído en el Salón Elíptico –se puede encerrar al hombre, pero no a sus ideas– lo tenía muy claro, no solo cuando exaltó a Miguel, un joven “espiritualmente preparado para ejercer la Presidencia de la República con decoro, con nobleza en la acción y en la palabra. También con la firmeza necesaria para desarticular el crimen…”, sino cuando, haciendo referencia al magnicidio de Galán, afirmó que entonces se gobernaba “con respeto a la Constitución y con vocación de enfrentar al terrorismo, lo cual contrasta con lo que vivimos de un gobierno más preocupado por la alianza terrorista que por la erradicación del crimen”.
 
Lo tenía claro María Claudia Tarazona cuando le recordó al país que “Miguel siempre creyó en la seguridad y la justicia como pilares fundamentales para conseguir la paz…”
 
Lo tenía clarísimo Miguel padre al devolverles, con gallardía –palabra que usó una juez para agredir a quien juzgaba– a Álvaro Uribe Vélez y al Centro Democrático las ideas de Miguel; ideas con la impronta del Partido que sabrán honrar sus compañeros: Paloma, Paola, María Fernanda y Andrés, y honrará quien, al final, sea ungido “para emprender la lucha más grande de todos los tiempos para el restablecimiento de la paz".
 
Por eso, terminó invitando al país a defender el triunfo de quien tome esas banderas para que vuelva la seguridad, porque “Sin seguridad nunca habrá paz; sin seguridad nunca habrá nada; sin seguridad no habrá una Colombia posible”. Ese fue un propósito de vida para Miguel…, “su causa fue la seguridad”.
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