Yo Petro…, y mis contradicciones

La segunda parte de la frase del pensador español, aunque referida a sus circunstancias y poco conocida, también aplica a las contradicciones de Petro: “… si no las salvo, no me salvo yo”.
Ayer nomás proclamó que tenemos dos banderas, la tricolor y la roja y negra de la guerra a muerte, según él, la de Bolívar, que la clase obrera debe levantar en defensa de sus derechos, pero semejante invocación a la muerte no suena bien en quien ha vendido a Colombia como “potencia de vida”.
Mientras declara indignado que “soy un demócrata y no un tirano”, sus ataques al presidente del Senado, la oposición, las altas cortes, la autoridad electoral, los gobiernos anteriores, los medios de comunicación, el empresariado y a todo aquel que se oponga a sus designios, son pan de cada día e incluyen acusaciones de traición, robo y asesinato inclusive, sin ahorrarse insultos de grueso calibre, que ayer repitió entre risas y como quien no quiere la cosa, burlándose así de los compromisos de la reunión convocada por la Iglesia para desescalar la peligrosa agresividad del lenguaje político.
Iniciando su gobierno invitó a personas con doctorado a “colaborar con la conducción del gobierno”, una convocatoria en la que creyeron 20.349 colombianos, fueron seleccionados 1.979 y nadie sabe si alguno fue contratado. Lo cierto es que en los cargos de “conducción del gobierno” el mérito ha brillado por su ausencia, reemplazado por el activismo, el clientelismo y todo tipo de intereses, al punto que Petro llegó al exabrupto de ordenarle a la canciller quitar todo requisito a los cargos diplomáticos, con el argumento de que hasta el hijo de un campesino podría ser embajador.
Hoy, el progresista defensor del campesinado denigra de esa condición dignificante, que nada tiene que ver con la preparación necesaria para ocupar un cargo público. Conozco a muchos buenos candidatos, orgullosamente hijos de campesinos.
Cuando Petro, ante sus auditorios cuidadosamente seleccionados -y transportados- afirma que su proyecto “necesita más tiempo”, pero no quiere reelección, su público exaltado - ¿y entrenado? - grita: ¡reelección!... ¡reelección! “No soy amigo de la reelección”, también afirmaba Santos, pero se sacrificó por las Farc… y por el Nobel.
“No quiero una nueva constitución” afirma con convicción, pero a renglón seguido sentencia que “cuando fallan los poderes constituidos, el pueblo puede autoconvocarse”. ¿Y cuándo fallan esos poderes?; ¿acaso cuando el Congreso no le aprueba sus reformas, cuando la Corte Constitucional no le concede exequibilidad expedita, cuando los gobernadores no son sus acólitos en las regiones? Debería recordar el presidente lo que Mauricio Gaona le dijo al ministro Montealegre: “la oposición es el precio que se paga en toda democracia”.
Y como si poco fuera, en medio de la confusión generada desde el Gobierno, a falta de contradicciones, buenos son globos. El último: resucitar a TELECOM, dominar el mercado de fibra óptica y lograr que Colombia sea… “el centro del mundo”.
Globos y contradicciones, Petro los defiende a muerte, porque, al decir de Ortega y Gasset… “si no los salva, él no se salva”. ¡Difícil legado!
@jflafaurie