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La extorsión: ¿instrumento político?

Otros honorables se sumaron a los líderes del paro en su amenaza extorsiva al Gobierno y, sin pelos en la lengua, vociferaron que mientras no se desmonte el ESMAD, “el paro sigue”; y no faltaron los que, traicionando su misión constitucional de generar, a través de las leyes, los cambios que necesita el país, le exigieron al Gobierno “negociar” con los líderes del paro.

 

Negociar qué; ¿que tienen para poner sobre la mesa?; ni siquiera propuestas, solo la amenaza de la movilización. La exigencia misma de negociar es extorsiva y los trece puntos no lo son menos. Pero “la negociación”, por su aroma a democracia, se volvió obsesiva para muchos medios y formadores de opinión, sin reparar en la intención extorsiva de los líderes del paro, como en la eliminación del ESMAD. “Si el Gobierno no negocia, el paro sigue”. Me dio grima la insistencia de la presentadora de un noticiero en preguntarle a Diego Molano por qué, si era tan sencillo –para ella–, el Gobierno no aceptaba negociar en lugar de dialogar.

 

No quiso entender que la democracia tiene al legislativo como mecanismo de representatividad y los gobiernos, por mandato constitucional, planes de desarrollo, y que esos planes se pueden modificar a partir del diálogo, como ha ofrecido con generosidad el presidente Duque, pero no bajo la amenaza extorsiva.

 

En el Senado, en el debate sobre la Ley de Crecimiento, la amenaza de Petro fue expresa: la movilización “pasará al año que viene y escalará”, mientras que, al igual que Robledo, no ahorraba irrespeto y menosprecio –su estilo– hacia los Ministros de Hacienda y Trabajo. Ellos tienen la verdad; ellos saben cómo se maneja un país; si en Bogotá lo demostraron con lujo.

 

En reciente entrevista, el presidente Piñera insistió en que lo de Chile fue una ola de violencia "sistemática, profesional". Una multitud espontánea no quema siete estaciones del metro en forma simultánea y con eficiencia de explosivista, para arremeter luego contra 36 supermercados y un hospital. Por eso decretó Estado de Emergencia, decisión que produjo la caída de su ministro estrella y le podrá acarrear una acusación ante el Congreso, como ya recomendó una comisión dominada por la izquierda.

 

Movilización permanente que produce caos y destruye riqueza, vándalos que salen de la nada, exigencias extorsivas y muchas imposibles, censura de ministros, bloqueo parlamentario, llamado al odio y la lucha de clases, desconocimiento taimado de los avances sociales y del compromiso del gobierno, y trabajo mediático que utiliza a ingenuos y a malintencionados intereses políticos. Aunque Petro se burle para esconder su complicidad, se trata de un libreto para desestabilizar dos países que se convirtieron en muro de contención del Socialismo Bolivariano y, en nuestro caso, de un Gobierno que decidió luchar contra el narcotráfico que financia ese régimen y también la “violencia sistemática, profesional” que denuncia Piñera.

 

Mientras tanto, el chafarote de la vecindad anuncia sin recato su satisfacción porque el Plan del Foro de Sao Paulo se cumple a cabalidad, pero como no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni sordo que el que no quiere oír, seguimos andando, ciegos y sordos, hacia el abismo.

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