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A Julio Sánchez

Entendemos el papel del periodismo, en el marco del derecho a la libertad de expresión y opinión, como el ejercicio de la “prensa libre” y uno de los cimientos para la construcción permanente de democracia, que no es apenas un concepto, sino un organismo vivo del que hacemos parte y en el que creemos.

 

Colombia, a lo largo de su historia, puede preciarse de un periodismo ejemplar, no solo como “informador”, porque solo una sociedad informada será verdaderamente libre, sino como “contrapoder”, vigilante y defensor acucioso del interés general, frente al quehacer económico, social y político del país.

 

Por ello el periodista debe ser, primero, el más informado, pero tener también la capacidad para escudriñar con rigor y analizar con método esa realidad, cada vez más aparente, que se esconde bajo el maremágnum que es hoy “la información”, que debe surgir de los hechos, pero también puede ser construida “desde toda suerte de intereses”. Cuando eso sucede, cuando “se construye” la información y, con ella, la verdad…, la verdad deja de serlo.

 

Nos encontramos entonces frente al delicado equilibrio entre el periodista incisivo, con “garra”, como deben ser –como supongo que a usted le gustan–, y el afanado por “la exclusiva”, sin tiempo para discernir y contrastar; proclive al escándalo fácil, que vende, pero que destruye prestigios labrados con esfuerzo y referentes institucionales para importantes sectores de la sociedad, como el ganadero.

 

Algo de eso sucedió con dos periodistas de La W, que desempolvaron una carta de mayo de 2019, que alguien “les pasó” con evidente mala intención; un documento privado en el que un miembro suplente de la Junta Directiva de Fedegán manifiesta su desacuerdo con una decisión de 21 de 22 miembros, relacionada con el fortalecimiento financiero de la Federación, incentivando el desarrollo de líneas de negocio mediante una especie de comisión de éxito sobre utilidades, común en el mundo empresarial, legítima y en nada opuesta a la condición de entidad sin ánimo de lucro, ni de administradora de la parafiscalidad.

 

El 19 de mayo se dio a conocer, “en exclusiva”, en el programa y en sus redes, bajo el título tendencioso de “Presidente de Fedegán recibe comisiones por cerrarles negocios a sus agremiados”, afirmación falsa que ni está ni se desprende de la carta.

 

¿Por qué sentí que no era un hecho aislado? En la posterior entrevista, aunque usted lo haya negado cortésmente –y lo entiendo–, era imposible no recordar que, durante años, su programa sirvió de amplificador a la persecución de Santos, a través de un ministro –Iragorri–, que se gastó a dedo más de 4 billones de pesos, sin que a ustedes “les llamara la atención”.

 

La “verdad oficial” era la verdad de La W, y cuando me llamaron, nunca fue para contrastar con objetividad, sino para “acorralar” con agresividad. Por ello, debo recordarle también, que ninguna acusación fue probada y todas las investigaciones fueron cerradas, no obstante la evidente animadversión del contralor Maya; verdad, esa sí, que nunca mereció pronunciamiento alguno en La W.

 

La ganadería, como el país, atraviesa momentos difíciles por la pandemia y por quienes violentan el derecho al trabajo, la alimentación, la salud y la vida, mientras vemos leche derramada, animales que no pueden ser sacrificados, hambre y pobreza agravadas por quienes dicen defender a los pobres.

 

No es momento para escándalos sin fundamento y para abrir abismos; es momento para la mesura y para construir puentes, con una labor independiente y critica de los medios, pero objetiva y responsable frente al presente difícil de Colombia, y frente a su imprevisible futuro.

 

@jflafaurie

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