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¿Nuevos vientos para el campo?

Con la llegada del gobierno Petro soplan nuevos vientos para el campo, aunque aún no sabemos si borrascosos o si, por el contrario, impulsarán por fin las pesadas aspas del desarrollo rural.

 

No es momento para lamentaciones; Gustavo Petro es el presidente electo y gobernará de acuerdo a las motivaciones que durante décadas han sido el motor de su accionar político de izquierda. Aun así, Petro ha abierto la puerta al diálogo y la concertación, a partir de su propuesta de convertir a Colombia en potencia productora de alimentos. Quién quita, entonces, que un gobierno de izquierda sí tenga la voluntad política para la tan prometida y tan incumplida recuperación del campo, con acciones que, en cualquier caso, deben ceñirse a la Constitución y la Ley.

 

No ha faltado quien vea extraño que el presidente de Fedegán se reúna con el senador del Pacto Histórico, César Pachón, quien también ostenta una investidura legítima, y lo haré con quien quiera que la tenga. Por el contrario, nunca invitaría a Fedegán a quienes durante décadas enlutaron con su violencia a tantas familias ganaderas, como no aceptamos sumarnos al comité de aplausos a las negociaciones con las Farc en el Foro Agropecuario de 2012, organizado por la ONU y la Universidad Nacional a pedido de la mesa de La Habana, para legitimar la Reforma Rural Integral que ya se había negociado a espaldas del país. En ese entonces, el Gobierno y el presidente del Congreso, ¡Roy Barreras!, nos matricularon como “enemigos de la paz” y empezó una persecución oficial sin precedentes contra Fedegán.

 

Hoy, a partir del propósito común de convertir al país en potencia agroalimentaria, podemos llegar a puntos de encuentro sobre temas como un catastro multipropósito que formalice la tenencia de la tierra y oriente la producción; sobre una política de asociatividad que convierta a pequeños y medianos productores en grandes frente a los mercados, o la tan necesaria de energía y agua para la producción rural, y la prioritaria de las vías terciarias, sobre la cual, inclusive, tratamos de impulsar un proyecto de ley que comprometa recursos nacionales, regionales y locales, pues lo que hoy tenemos profundiza la inequidad y eleva los costos de transacción en contra del ingreso campesino, como es el caso del acopio de leche.

 

Pero la concertación deberá ser también el espacio para zanjar diferencias y derribar mitos.

 

¿La ganadería le quita tierra a la agricultura? Es una falacia; los mismos ganaderos se pasarían a la agricultura si fuera rentable y competitiva, pero no lo es porque no hay facilidades de adecuación de tierras, agua para la producción, insumos asequibles, crédito, asistencia técnica y carreteras.

 

¿La tierra en Colombia está excesivamente concentrada? Sin desconocer el derecho del campesino a ser propietario, esta es una narrativa de la izquierda en contra de la producción empresarial que genera empleo y contribuye a la seguridad alimentaria y a la tan necesaria diversificación exportadora.

 

¿La tal concentración es causa de la pobreza y la violencia?, ¿la tierra rural no paga impuestos?, ¿el poder político está en manos de terratenientes? Estas y otras preguntas, convertidas en afirmaciones y repetidas hasta el cansancio en las narrativas de la izquierda, hasta convertirlas en verdades, son mitos que me propongo derribar, uno a uno, no solo en este espacio, sino en un libro que me he impuesto la obligación de escribir.

 

Sobre estas preguntas esperamos el debate argumentado con el gobierno y, sobre todo, con la ministra Cecilia López, mujer con experiencia y saber, honesta e investigadora rigurosa. Quedamos atentos a esa posibilidad.

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